Un consorcio internacional liderado por investigadores brasileños se ha propuesto acelerar el ampliación de nuevos medicamentos para el tratamiento de la malaria, la leishmaniasis visceral y la enfermedad de Chagas.
Las tres forman parte de las enfermedades desatendidas, llamadas así porque reciben poca o ninguna atención de los laboratorios públicos y privados correcto a que afectan sobre todo a poblaciones y países pobres.
En el consorcio participan investigadores de las universidades de Campinas (Unicamp) y de São Paulo (USP) —ambas en el estado de São Paulo— y las organizaciones internacionales Medicines for Malaria Venture (MMV) y la iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi, por su sigla en inglés).
Con una inversión de 43,5 millones de reales (aproximadamente US$10,7 millones) de los participantes para los próximos cinco abriles, los investigadores esperan producir compuestos que reúnan las características necesarias para acontecer a las siguientes etapas de ampliación y puedan convertirse en medicamentos capaces de satisfacer las deyección de las poblaciones que padecen estas enfermedades.
“La asociación todavía apoyará la capacitación de nuevos especialistas en las universidades brasileñas para el tratamiento de las enfermedades desatendidas, al tiempo que brindará nuevas oportunidades de trabajo e inversiones en infraestructura para estas instituciones”, dijo a SciDev.Net Jadel Kratz, regente de Investigación y Crecimiento de DNDi en América Latina.
La tarea de analizar y preparar un nuevo fármaco contra la malaria se dividirá entre el Laboratorio de Química Orgánica Sintética de la Unicamp y la MMV, con sede en Suiza y enfocada en estrechar la prevalencia de malaria en los países endémicos.
“Mediante el disección de la estructura de las moléculas que forman parte de la cartera de MMV, trataremos de identificar aquellas que se puedan usar para tratar la malaria por medio de una sola dosis, evitando los casos de resistor a los fármacos”, señala a SciDev.Net Luiz Carlos Dias, químico del Laboratorio de Química de la Unicamp y coordinador del consorcio.
“Nuestro objetivo es ofrecer una alternativa terapéutica que brinde un poco más de calidad de vida al paciente durante el tratamiento de esas enfermedades”.
Jadel Kratz – regente de Investigación y Crecimiento de DNDi en América Latina
MMV mantiene una colchoneta de datos de moléculas listas para ser estudiadas, sintetizadas y utilizadas en el ampliación de nuevos medicamentos.
“La idea es desarrollar una píldora capaz de nutrir concentraciones suficientes en el plasma sanguino para eliminar el parásito de la malaria en un plazo no longevo a siete días”, detalla.
Actualmente, los pacientes infectados deben tomar diariamente medicamentos contra la malaria por muchos días — como sucede con la artimisina, obtenida de la planta Artemisia annua y usada contra el protozoo Plasmodium falciparum, el parásito causante de la forma más mortífero de malaria.
Sin requisa, desde inicios del milenio, la artimisina comenzó a perder parte de su potencia contra la enfermedad en países del África y del sudeste de Asia.
Según la Estructura Mundial de la Vigor (OMS), en 2017 hubo 219 millones de casos de malaria en 87 países del mundo, de los cuales 435.000 terminaron en asesinato.
Al mismo tiempo, el Laboratorio de Química de la Unicamp trabajará en asociación con el Centro de Biotecnología Molecular Estructural de la USP y la DNDi para desarrollar nuevos fármacos contra la enfermedad de Chagas y la leishmaniasis visceral.
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La DNDi es una rama de la estructura humanitaria Médicos sin Fronteras y su objetivo es establecer asociaciones para investigar y hacer asequibles nuevos medicamentos para las enfermedades desatendidas.
Se estima que 8 millones de personas en el mundo están infectadas con el Trypanosoma cruzi, responsable de la enfermedad de Chagas. En América Latina, la enfermedad sigue siendo uno de los principales problemas de vigor pública, causando incapacidad en las personas afectadas y más de 10.000 muertes anuales.
Actualmente, solo hay dos medicamentos disponibles para enemistar la enfermedad: nifurtimox y benznidazol. “Entreambos fueron descubiertos hace medio siglo, requieren un tratamiento prolongado (entre 60 y 90 días) y causan pertenencias secundarios indeseables”, indica Kratz.
Lo mismo sucede con la leishmaniasis, cuyos fármacos tienen serios inconvenientes en términos de seguridad, resistor, estabilidad y costos. “Tienen desvaloración tolerancia, el tratamiento es de larga duración y son difíciles de dirigir”, afirma.
“Nuestro objetivo es ofrecer una alternativa terapéutica que brinde un poco más de calidad de vida al paciente durante el tratamiento de esas enfermedades”, añade.
Daniel Martins-de-Souza, bioquímico de la Unicamp, cree que la iniciativa es conveniente importante para los países latinoamericanos y los países en ampliación de otras regiones donde estas enfermedades representan un problema de vigor pública.
“Parece que este problema ahora está siendo tomado en serio por los investigadores y las agencias de financiamiento”, subraya. “Aun cuando no es obvio desarrollar nuevas medicinas, el consorcio reúne todo para tener éxito en la búsqueda de nuevos medicamentos para las enfermedades desatendidas”, prosigue.
Y añade: “no debemos aceptar la existencia de enfermedades de este tipo hoy en día”.
El consorcio para el ampliación de nuevos medicamentos para las enfermedades desatendidas es respaldado parcialmente por FAPESP, donante de SciDev.Net.