El 2020 es el año en el que debería ponerse en batalla nuevo acuerdo climático mundial. Posteriormente de que en 2005 entrara en vigor el Protocolo de Kioto —en el que por primera vez más de un centenar de países acordaron dominar las emisiones de gases de sorpresa invernadero para disculpar los enseres del cambio climático— ahora le toca al Acuerdo de París.
Posteriormente de abriles de negociaciones políticas entre estados sobre cómo y quién debe dominar las emisiones, y a pocas semanas de 2020, representantes de más de 190 países se reunirán del 2 al 13 de diciembre en Madrid, en la XXV Conferencia de las Partes de la Convención Ámbito de Cambio Climático de la ONU (COP25), para poner a punto de este acuerdo. La cita climática iba a realizarse en Pimiento, pero se canceló adecuado a la situación social del país.
Enrique Maurtua tenía 20 abriles cuando en 2004 se organizó la COP10 en Buenos Aires, cerca de su ciudad originario, La Plata. Por entonces estudiante de biología, pero atraído por la diplomacia, encontró en las negociaciones climáticas esa mezcla ideal de ciencia política y ciencia a secas.
En 2005 participó en la primera Cumbre Climática de los Jóvenes COY1, asociada a la COP11 de Montreal (Canadá), y desde la COP15 en Copenhague no ha faltado a ninguna. Este año, como asesor senior de política climática de la Fundación Medio ambiente y Bienes Naturales tendrá en la próxima COP25 Madrid su decimotercera cumbre.
Maurtua, ex staff en la estructura Climate Action Network, lamenta el cambio de sede que dejó a América Latina, y en particular a Pimiento, sin su cumbre climática, con la consiguiente reducción de la billete de la región y una beocio visibilidad del tema en los medios de comunicación. Pero a la vez resalta que al menos la presidencia del cruce continúa siendo chilena, pues sigue en manos de la ministra de Medio ambiente Carolina Schmidt.
Desde el próximo año regirá el Acuerdo de París, que fue firmado en 2015 y que establece restringir el aumento de la temperatura en hasta 2°C —preferentemente 1,5°C— con respecto a la era preindustrial. ¿Qué se puede esperar de la COP25 de Madrid?
Ahora que ya está el acuerdo y las reglas, estamos entrando de atiborrado en la etapa de implementación del Acuerdo de París. Las expectativas tienen que ver con la operatividad y fundamentalmente con el modo en que se puede aumentar lo que se conoce como codicia; es asegurar, una veterano reducción en la audición de gases de sorpresa invernadero.
Eso, en lo genérico. Posteriormente, en lo particular, lo que quedó sin completar en (la COP24 de) Katowice (Polonia) del año pasado: el reglamento del acuerdo que incluye varios artículos y temas.
Entre ellos el artículo VI, que permite la cooperación internacional voluntaria para dominar las emisiones, y la creación de un “mercado de carbono” a partir de la traspaso de excedentes de emisores de un país a otro, por ejemplo.
Exacto. Los temas de dietario importantes y que deben resolverse en Madrid tienen que ver con el mecanismo de mercado, con detalles de transparencia y respecto a qué va a acontecer con el Fondo de Acoplamiento (establecido en 1997 para apoyar la habilitación climática en los países en exposición) y cómo se planificará el Fondo Verde del Clima (un mecanismo similar establecido en 2010) y la revisión del software de Varsovia sobre daños y pérdidas.
Específicamente, el artículo VI es de mecanismos de mercado y no mercado para alentar la codicia. Lo que se conoce —y que viene de Kyoto— rodeando de bonos de carbono, compensaciones, mercados y demás. Es enredado por las implicancias que tiene en materia de riesgos en la contabilidad de emisiones: tiene que estar suficientemente adecuadamente hecho para que nadie haga plata sin dominar en sorpresa inversiones.
El peligro es que terminen siendo situaciones que favorezcan que la gentío haga plata y ausencia más.
En cuanto a ciencia, ¿qué novedades se esperan?
Hay que destacar los dos reportes del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) de este año que tendrán repercusión en la negociación y el contexto mismo de la COP. Respecto de los océanos hay un interés evidente de la presidencia chilena, así que será un tópico a tratar.
Maurtua hacer relato, por un costado, al referencia titulado ‘El cambio climático y la tierra‘ divulgado en agosto de 2019, que detalla cómo una mejor dirección del uso de los suelos puede ayudar a combatir el cambio climático, e incluye la falta de repensar dietas y modos de producción para evitar el daño de la tierra y las emisiones derivadas de la producción agropecuaria.
Y por otro costado refiere al Documentación Singular sobre Océanos y la Criosfera en un Clima en Cambio, presentado en septiembre de 2019, que alerta que si continúa el ritmo flagrante de emisiones, los glaciares perderán un tercio de su masa durante este siglo, con el consiguiente incremento de la velocidad en que aumenta el nivel de los océanos, entre otras consecuencias.
¿Es cierto que no alcanzan hasta ahora los compromisos de reducción de emisiones de cada país —conocidos como NDC— para cumplir el Acuerdo de París?
Es verdad, los países no alcanzan a cumplir los objetivos de 2°C, con preferencia de 1,5°C grados. Eso está claro, hay muchos informes que así lo afirman. Las NDCs encaminan al escena de (límite del aumento con respecto a la era preindustrial de) 2,7°C en el mejor de los casos, o 3,5°C para fin de siglo. Por eso, en las conversaciones es fundamental que empiecen a ocurrir más anuncios en el circunscripción para apearse las emisiones.
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La disputa entre países desarrollados y no desarrollados es un eje desde la división de 1990 y desde el protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005. ¿La situación se repetirá en Madrid? ¿Cómo se puede resolver?
Creo que es poco que va a existir siempre teniendo en cuenta que la Convención de Cambio Climático de 1992 ya viene con esa distinción binaria entre desarrollados y en vías de desarrollarse.
El Acuerdo de París alcahuetería de equiparar y que no haya diferencias, a través de que todos los países están invitados a poner su parte y los más desarrollados deben financiar más, aunque todos están de algún modo invitados a colaborar.
Seguirá así en el entorno de las responsabilidades comunes pero diferenciadas, que es la bandera con la cual los países en vías de exposición tratan de defenderse de las imposiciones externas. Ahí empiezan los debates acerca de la equidad, la rectitud, las responsabilidades diferenciadas. Hay países que son grandes que se esconden detrás de países verdaderamente vulnerables. No es lo mismo Argentina que Nepal, o China que Bután.
¿Qué pasa con América Latina?
Está en un momento muy delicado, con muchas cosas que ocurren a la vez. Ya de por sí el continente tiene sobrado divisiones en el entorno de la lucha contra el cambio climático. Hay diferencias ideológicas y políticas; nunca funcionó como coalición en las negociaciones.
Pero todavía es cierto que no trabó nunca las discusiones; históricamente fue constructivo en la mayoría de los espacios. Los grupos hoy son ABU (Argentina, Brasil y Uruguay), AILAC (Pimiento, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú) y grupos del Caribe.
El hecho de que la COP25 no sea en América Latina es fastidioso y frustrante porque (estas cumbres) generan entusiasmo solo por ser particular y eso hace que se consigan cosas. Ahora, la región no será sede hasta adentro de por lo menos cinco abriles. Es bueno que al menos la Presidencia de la Convencion siga siendo de Pimiento.